martes, 26 de abril de 2011

EL MISTERIO DE LA SANGRE



EL MISTERIO DE LA SANGRE

En las Escrituras Cristianas se les da gran importancia a las siguientes doctrinas:

1. Contaminación de la sangre por la generación.
2. Purificación de la sangre por medio de la regeneración.

Se escribe ampliamente sobre la doctrina de la sangre en cada página de la Biblia desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Es innegable que la sangre es la base de todas las formas que tienen vida senciente; pero, hasta donde la que escribe ha pedido saber, el ocultismo oriental no tiene una sola palabra sobre este importante tema. La Enseñanza de la Sabiduría Occidental, por otra parte, arroja una luz sobre el "Misterio de la Sangre" que ilumina muchos de los más íntimos problemas de la vida. Presenta varias ideas de gran alcance con relación a la sangre. Llama a la sangre "posición ventajosa del Espíritu", vehículo directo e individual a través del cual el hombre por medio de su calor, controla y dirige su cuerpo físico. Cuando el
hombre hubo entrado al reino humano estaba desarrollando su individualidad, control sobre sus acciones era ejercido hasta cierto punto por el espíritu racial, quien, de una manera algo análoga a la del control del espíritu grupal sobre el reino animal, mantenía dominio sobre el preservando la pureza de la sangre tribal o familiar; entre más cercana la mezcla de la sangre por medio del matrimonio en el clan, la casta o la tribu, más fuerte era el poder del espíritu de la raza. Puesto que la sangre es el vehículo del ego, portador de sus sentimientos y emociones y el registrador de su memoria, la entremezcla de la sangre familiar tenía el efecto de reproducir las imágenes mentales de los padres en sus descendientes, quienes se veían a sí mismos en esta memoria de la naturaleza a través de una larga línea de antepasados. Los acontecimientos de las vidas de sus ancestros parecían así haberles sucedido a ellos mismos. A través de esta memoria o consciencia común se dijo que el hombre vivió muchas generaciones. Cuando leemos que Adán vivió 900 años y que los patriarcas vivieron durante centurias, significa, no que ellos mismos hubiesen vivido tanto sino que sus descendientes se ,sintieron ser Adán, Matusalén, etc., debido a la sangre ancestral trasmitida directamente a través del matrimonio entre parientes, que era el almacén de toda experiencia, y llevaba consignó Ias imágenes de la memoria de la vida de estos patriarcas. Así es que ciertas facultades y rasgos fueron obtenidos y el tipo se fortaleció hasta que la humanidad pudo pararse sobre sus propios pies sin la ayuda del espíritu familiar o racial. Durante la más antigua evolución de la auto-conciencia, él vivía 'bajo este régimen de ley que sumergió al individuo en la nación, en la tribu o en la familia para que el tipo pudiese formarse.
Existe evidencia de que los primitivos judíos tenían enseñanza especial concerniente a la sangre, como se ve en el versículo 14 del capítulo 17 del Levítico, en el cual se les prohibe comer sangre "porque el alma de toda carne está en la sangre." Entre ellos el espíritu racial era más fuerte que el individuo, porque todo judío pensaba de sí mismo primero como perteneciente a una cierta tribu o familia, y su más grande orgullo era ser de "la simiente de Abraham".
Los semitas originales fueron los primeros en desarrollar el libre albedrío. Ellos en cierta medida rompieron el asidero del espíritu de la raza por medio del matrimonio con otras tribus, y esta introducción de sangre extraña interrumpió la consciencia común que compartieron con sus antepasados, y la que fue reemplazada por la consciencia individual. Pero por medio de este acto perdieron también gradualmente la así llamada "segunda vista", retenida hasta el presente día por la mayoría de los escoceses que se casan dentro del clan.
El gran significado de la religión Cristiana yace en su enseñanza de que Cristo vino a preparar el camino para la emancipación de la humanidad de la influencia del espíritu de la raza, y a unir la multiplicidad de razas en una fraternidad universal; a reemplazar el reino de la ley con el reino del amor y del sacrificio de sí mismo; para instilar en la nueva raza el ideal de la amistad, ideal que con el tiempo nivelará todas las distinciones y traerá paz a la tierra y buena voluntad entre los hombres. Por el interés de la paz fundamental, el trajo una espada, porque hasta que no haya sido destruido el reinado de los hombres, pueden construirse el reinado de Dios - el
reinado de Dios que se construye desde adentro a través del libre albedrío humano como individuo que se gobierna a sí mismo, cooperando con la divina voluntad.
El hombre está construyendo en todos los mundos, y aunque a veces parezca construir sólo para el yo separado, sin embargo existe hoy día en el mundo un ideal de amistad y de altruismo que fue raramente conocido en las antiguas civilizaciones.
A través de esta expresión del altruismo, el hombre está llevando a la perfección su cuerpo vital, que es la más elevada expresión de la sangre. Este vehículo es también el asiento de la memoria y está correlacionado con el unificante Espíritu de Vida como la sombra al cuerpo. Los glóbulos rojos sanguíneos de los animales inferiores son nucleados, y estos núcleos son la posición ventajosa de los espíritus grupales que controlan cada especie a través de estos centros de vida. Cuando se desarrolla la individualidad, los núcleos desaparecen, como sucede con los mamíferos superiores, que están muy cerca de la individualización. En el feto humano los glóbulos rojos sanguíneos son nucleados durante las primeras pocas semanas,
mientras la madre trabaja sobre el cuerpo; pero éstos son desintegrados por el ego al entrar a su vehículo físico, y cuando el feto da las primeras señales de vida, esto es, cuando toma definitiva posesión de su cuerpo como individuo, los últimos núcleos se destruyen, porque no puede haber otro principio gobernante cuando está presente el espíritu interno. Así es que la sangre de todo ser humano es diferente de la sangre de cualquier otro individuo, hecho que será pronto descubierto por la ciencia. Se nos dice en la Enseñanza de la Sabiduría Occidental que el cuerpo vital será nuestro más denso vehículo en el próximo cielo ascendente; de aquí que la necesidad de su adecuado desenvolvimiento sea fácilmente comprensible. La Enseñanza de la Sabiduría Occidental da una definida explicación con relación a los éteres constituyentes del cuerpo vital, así como con relación a sus funciones en el desarrollo del hombre y la relación del cuerpo vital con la segunda venida de Cristo.
Incluye instrucciones para este desarrollo por medio de la purificación de la sangre, y este método encuadra con la mente y el cuerpo que hemos desarrollado bajo los ideales modernos y progresistas del Occidente. Es un Método Occidental para Occidentales; de aquí que sea seguro y digno de confianza, como la autora lo sabe por experiencia.
Cuando estudiamos más cuidadosamente esta maravillosa enseñanza, podemos comprender en cierta medida el intrincado problema de la sangre racial, que ha jugado un papel tan importante en la historia del mundo y en la perpetuación de las ideas de familia, tribu y nación. La ciencia está todavía buscando el significado de esto; reconoce el hecho de que la transfusión de sangre de un animal de una especie superior a otro de especie inferior, mata a este último (hemólisis). Pero esta Enseñanza de la Sabiduría Occidental explica más ampliamente que cuando la humanidad evolucione hacia la estatura divina, la mezcla de sangre humana será imposible. En una lejana edad futura la propagación de la raza por medio de la mezcla de sangres en el matrimonio ya no será necesaria, porque el hombre habrá entonces aprendido a crear desde adentro por medio de la Palabra. Aún hoy día, el hombre está construyendo un cuerpo físico más fino y mejor que el que tuvo en el pasado, más flexible, más adaptable; está aprendiendo a conocer sus funciones, y está comenzando a redimirse de la influencia cristalizadora de la sangre racial para convertirse en un ciudadano del mundo.

del libro Cristo o Buda

por ANNET C. RICH
Prologo por M A X H E I N D E L

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